domingo, 5 de diciembre de 2010

Las oportunidades del Cablegate

Una buena amiga me dijo esta semana que, luego de la publicación de los cables hecha por WikiLeaks, la labor de quienes estudiamos (¿o estudiábamos? Alguien acláreme eso, por favor) ciencia política había cambiado, y debía reorientarse a la lectura, clasificación y análisis de los documentos. Por supuesto, había una intención más que todo jocosa con el comentario. Sin embargo, creo que no hay que tomarlo tan a la ligera.

El ‘Cablegate’, como se ha llamado a la publicación de un cuarto de millón de documentos y cables enviados al Departamento de Estado desde sus embajadas en todo el mundo, ha puesto en discusión muchos principios de la acción diplomática que ha guiado las relaciones interestatales durante, por lo menos, todo el siglo XX y parte del XXI (puede que me equivoque, y acepto reclamos al respecto).

Pero, aparte de la cuestión diplomática, hay un debate adicional al respecto: buena parte de las discusiones que se están dando actualmente en los Estados Unidos tienen que ver con el carácter público de esta información de Estado, y la posibilidad de que esté disponible en Internet para que, literalmente, todo el mundo la lea (menos China, tal vez, pero a eso iré más adelante). En ese sentido, la discusión va más allá de si un embajador cree que Sarkozy es un gigoló. La publicidad de la información pone en tela de juicio los límites establecidos por los estados entre lo público y lo privado, y problematiza las relaciones entre los medios de comunicación, en el sentido amplio del término, y las esferas institucionales del poder político. Quid quo est.

¿Se debe censurar la información publicada por WikiLeaks? ¿Se debe hacer una campaña por la masiva desclasificación de los documentos demuestran las acciones concretas de la diplomacia estadounidense alrededor del mundo? ¿Se debe poner algún tipo de talanquera a estas iniciativas, permitiendo publicaciones parciales? Más que una cuestión de metodología, estas preguntas remiten a problemas más de fondo.

Sobre el tema, la Secretaria de Estado dijo esta semana: “What you see are diplomats doing the work of diplomacy: reporting and analyzing and providing information, solving problems, worrying about big complex challenges”. El artículo completo puede ser consultado aquí.

Y, en medio de todo, tiene razón. Es decir, no considero que se deba esperar otra cosa de los diplomáticos, encargados de construir relaciones interestatales que resulten ventajosas para sus países. Particularmente, en el caso de los Estados Unidos, es una completa ingenuidad creer que no sopesen psicológicamente a los líderes de otros estados, o tengan comunicaciones privadas con élites de algunos países. A eso se ha dedicado el gobierno estadounidense por décadas. Las implicaciones políticas de estas actividades son, por el momento, harina de otro costal. Por ahora, vale la pena únicamente ver que no es posible considerar una política diplomática desligada de este tipo de acciones por parte de su burocracia.

El peligro inherente a la información divulgada es un problema adicional. The Guardian ha publicado un breve artículo que resume las acciones que se han tomado desde el Congreso para controlar la divulgación de esta información. Yo soy un convencido del carácter completamente libre del Internet como medio de comunicación, y me encuentro completamente a favor de la liberación de contenidos. Entre otras, esa es una de las principales razones de existencia de este blog.

Pero, hasta hace un par de semanas, no era común encontrar mucha información sobre la diplomacia gringa mientras se navegaba despreocupadamente. Por supuesto, habían salido reportes y videos sobre las conductas de soldados en Irak, o sobre las condiciones carcelarias en Abu Grahib. El Cablegate, a todas luces, representa un proceso mucho más largo, que abarca a casi todo el planeta y que nos remite a sucesos de hace treinta años. Creo que ahí radica una diferencia importante.

Me parece que aún es pronto para afirmar con algún grado de certeza si la información publicada en realidad constituye un riesgo de seguridad para personas y estados. Pero hay que partir de un punto: la información ya es de público acceso, y no se le puede arrebatar tal carácter. Así el Departamento de Estado y el Congreso pretendan restringir el acceso al portal de WikiLeaks, o tildarla como una organización terrorista, o lo que sea que quieran hacer luego, no se puede obviar que la información ya fue conocida y puesta en discusión.

Entonces, ¿es labor de quienes estudian la política y las relaciones internacionales analizar y clasificar estos contenidos? Sí, por supuesto. Pero no es una labor que exclusivamente deban (¿o debemos? Sigo confundido) desempeñar “académicos” o “analistas”. Precisamente, el valor de la difusión pública de los documentos es que ha puesto en entredicho la separación entre asuntos de Estado y opinión pública. Relegar el análisis de su contenido a un grupo de cognoscenti sería desvirtuar este propósito básico, y poner más mediadores en una relación que, de por sí, ha sido bastante dilatada por diferentes fuerzas.

Creo que esta podría ser una oportunidad importante para reevaluar la relación entre información, medios y poder, además de servir como mecanismo para la creación de una opinión pública fuerte frente a unos asuntos políticos de los que ha sido excluida por largo tiempo. Aunque puedo estar rayando en un optimismo poco convincente, quisiera ver qué pasa en las próximas semanas al respecto. Me gustaría saber más opiniones al respecto.

Se escucha: Needles In My Eyes - The Beta Band

3 comentarios:

"Una buena amiga me dijo esta semana que, luego de la publicación de los cables hecha por WikiLeaks, la labor de quienes estudiamos (¿o estudiábamos? Alguien acláreme eso, por favor)"
....tu buena amiga te dice que: todavía debemos estudiar la política ;)

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

He estado atenta frente la reacción de los medios con respecto a este "leak" de la pequeña casa blanca. Si bien es alimento para las columnas por largos días, semana...s y si se quiere meses, es una luz que aclara la parte oscura y siempre conocida de las políticas de los gobiernos mentirosos y represivos como estos. Muchos dirigentes quieren la cabeza de este hombre pronto, dicen que es un "terrorista" que pone en peligro la seguridad internacional. He leìdo en algunos artículos que mucha de la información de los cablesgates son opiniones y chismes de las embajadas, y tal y como tú lo pones en tu artíuclo no se sabe aún "si la información publicada en realidad constituye un riesgo de seguridad para personas y estados". En mi opinión, este escape de goteras en la casa blanca pone a temblar la hipocresia de todas sus políticas y relaciones y pone en la cuerda floja su supremacía global (y también asusta a todos los demás gobiernos que están y quieren llegar al g-20).

Felicitaciones por tu post!

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