miércoles, 8 de diciembre de 2010

Analfabetas funcionales

Desde hace un tiempo me viene sonando en la cabeza una frase, que dice que este país está lleno de analfabetas funcionales, es decir, personas que a pesar de lograr comprender signos y tener alguna capacidad de expresión escrita, tienen inmensas dificultades a la hora de comprender un texto o, aún más, de construir uno. Pero ahora están saliendo pruebas al respecto.

El Tiempo publicó un artículo en donde resume los resultados de la última prueba Pisa, que mide la capacidad de comprensión lectora de estudiantes de secundaria. A mi juicio, esos resultados son casi apocalípticos: a grandes rasgos, la mitad de los estudiantes de quince años que están en secundaria son incapaces de extraer ideas de lo que leen.

Esto demuestra varias cosas. En primer lugar, las profundas deficiencias que hay en el sistema educativo en el país. Hay quienes dicen que esto es resultado de que desde ámbitos públicos y privados se haya privilegiado una educación más técnica que académica, orientada a desarrollar capacidades que permitan una integración rápida de las personas recién graduadas al mercado laboral. Y aunque probablemente haya un alto grado de verdad en esta idea, no veo bien cómo demostrarlo en pocas palabras.

Lo que es muy claro es que, en general, las personas no saben leer. Pueden articular sonidos, pronunciar fonemas de buena o mala manera pero, en últimas, no hay un grado de retención de contenidos ni de aprendizaje significativo luego de haber leído un texto. Y estamos hablando de niños y niñas que están dentro del sistema educativo que, por lo menos formalmente, tiene a la lectura y a la escritura como actividades básicas dentro de los procesos de enseñanza. Si fuéramos a ver a personas mayores que no se ven obligadas a leer o escribir para garantizar su subsistencia, creo que la situación sería aún más grave.

Así, El Tiempo cita a un señor del BID que dice:

“Lo que la investigación dice es que para niveles tan bajos en los cuales casi la mitad de la población no entiende lo que lee, las políticas tienen que apuntar al desarrollo de capacidades básicas de lectura y matemáticas desde edades muy tempranas, tanto como se pueda, para desarrollar las habilidades y gustos, incluso antes de que los niños entren a las escuelas”.

Yo he de discrepar con esa afirmación. No me parece que sea una cuestión del desarrollo de capacidades básicas de lectura a edades tempranas, sino de la construcción de un modelo cultural que incentive la lectura como actividad fundamental dentro de la vida de las personas. En otras palabras, una persona de veinte, treinta o sesenta años debería contar con la capacidad de procesar un texto y extraer algunas ideas de él, ya sea para su formación o para su deleite, o para lo que quieran hacer luego de terminar un libro o leer un artículo.

Esto no significa que no se deba intentar fundamentar estas habilidades desde tempranas edades. Todo lo contrario. A lo que voy es a que deberían existir incentivos para que, una vez las personas salgan del sistema educativo, puedan continuar leyendo por su propia iniciativa y, sobre todo, por gusto. Pero decir eso, tan a la ligera, es enfrentarse a un problema mayor, relacionado con el consumo cultural de las personas (la expresión “consumo cultural” me parece horrible, pero no he encontrado una mejor que haga referencia a eso).

Un ejemplo: según la encuesta cultural hecha por el DANE en el 2008, durante los 12 meses anteriores a que esta encuesta se aplicara, el 15% de la población mayor de 12 años asistió a presentaciones de danza, teatro, ópera u otras actividades culturales por el estilo. Es decir, estamos hablando de poco más de cuatro millones de personas que pudieron asistir a este tipo de espectáculos en ese período. De esas personas, más de un millón vivía en Bogotá, y sólo ciento cincuenta mil asistieron a presentaciones culturales de forma semanal. Los resultados completos de la encuesta, por si les interesan, están aquí.

A cosas como esa es que me refiero al hablar de la construcción de un modelo cultural que incentive, entre otras cosas, la lectura. He estado pensando al respecto durante buena parte del día pero, sinceramente, no se me ha ocurrido mayor cosa al respecto. Es que, al pensar en serio el problema, la cosa se hace cada vez más grande.

Al releer todo lo que escribí me sigue pareciendo un poco facilista mi posición. Aunque puede ser la torva influencia del espíritu navideño sobre mi, quisiera justificarme reiterando la dificultad que supone tratar de proponer alternativas frente a este problema. Por eso preferiría escuchar más opiniones al respecto. Que lean, y que opinen.

Se escucha: Speak In Silence - AutoKratz

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