Lo que vi y no vi en Rock Al Parque

A pesar de tener ganas de ir más días, sólo terminé yendo a la decimoséptima versión de Rock Al Parque en su último día y, en últimas, vi tres bandas. En esta entrada recojo, entonces, lo poco que vi, y lo que me quedé con ganas de ver.

Retroceder nunca, rendirse jamás, X

A Damon Albarn lo deben conocer, más o menos, unas tres generaciones que han experimentado de forma diferente su música.

De la hoja en blanco y otros terrores

Aparentemente, esto de escribir de la nada es complicado, y tener el espacio en blanco, tanto en un papel como en una pantalla, termina por asustar a cualquiera.

¿Romper el silencio?

Volviendo a abrir este espacio, quiero dejar un cuento que, por pura casualidad, me ha servido a varios propósitos durante las últimas semanas. Además de permitirme retomar a Kafka, me pareció metafóricamente muy rico, y espero que lo disfruten de la misma manera.

Un cambio en los vientos

Se ha armado tremendo revuelo por el Grammy que le dieron como grabación del año a ‘The Suburbs’, de Arcade Fire y, realmente, no es para menos.

domingo, 27 de febrero de 2011

¿Romper el silencio?

Volviendo a abrir este espacio, quiero dejar un cuento que, por pura casualidad, me ha servido a varios propósitos durante las últimas semanas. Además de permitirme retomar a Kafka, me pareció metafóricamente muy rico, y espero que lo disfruten de la misma manera. O a su manera. O como quieran, pero léanlo.

***

El silencio de las sirenas
Franz Kafka

Existen métodos insuficientes, casi pueriles, que también pueden servir para la salvación. He aquí la prueba:

Para protegerse del canto de las sirenas, Ulises tapó sus oídos con cera y se hizo encadenar al mástil de la nave. Aunque todo el mundo sabía que este recurso era ineficaz, muchos navegantes podían haber hecho lo mismo, excepto aquellos que eran atraídos por las sirenas ya desde lejos. El canto de las sirenas lo traspasaba todo, la pasión de los seducidos habría hecho saltar prisiones más fuertes que mástiles y cadenas. Ulises no pensó en eso, si bien quizá alguna vez, algo había llegado a sus oídos. Se confió por completo en aquel puñado de cera y en el manojo de cadenas. Contento con sus pequeñas estratagemas, navegó en pos de las sirenas con alegría inocente.

Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio. No sucedió en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio. Ningún sentimiento terreno puede equipararse a la vanidad de haberlas vencido mediante las propias fuerzas.

En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando pasó Ulises; tal vez porque creyeron que a aquel enemigo sólo podía herirlo el silencio, tal vez porque el espectáculo de felicidad en el rostro de Ulises, quien sólo pensaba en ceras y cadenas, les hizo olvidar toda canción.

Ulises (para expresarlo de alguna manera) no oyó el silencio. Estaba convencido de que ellas cantaban y que sólo él estaba a salvo. Fugazmente, vio primero las curvas de sus cuellos, la respiración profunda, los ojos llenos de lágrimas, los labios entreabiertos. Creía que todo era parte de la melodía que fluía sorda en torno de él. El espectáculo comenzó a desvanecerse pronto; las sirenas se esfumaron de su horizonte personal, y precisamente cuando se hallaba más próximo, ya no supo más acerca de ellas.

Y ellas, más hermosas que nunca, se estiraban, se contoneaban. Desplegaban sus húmedas cabelleras al viento, abrían sus garras acariciando la roca. Ya no pretendían seducir, tan sólo querían atrapar por un momento más el fulgor de los grandes ojos de Ulises.

Si las sirenas hubieran tenido conciencia, habrían desaparecido aquel día. Pero ellas permanecieron y Ulises escapó.

La tradición añade un comentario a la historia. Se dice que Ulises era tan astuto, tan ladino, que incluso los dioses del destino eran incapaces de penetrar en su fuero interno. Por más que esto sea inconcebible para la mente humana, tal vez Ulises supo del silencio de las sirenas y tan sólo representó tamaña farsa para ellas y para los dioses, en cierta manera a modo de escudo.

lunes, 14 de febrero de 2011

Un cambio en los vientos

Se ha armado tremendo revuelo por el Grammy que le dieron como grabación del año a ‘The Suburbs’, de Arcade Fire y, realmente, no es para menos. Arcade Fire ha logrado convertirse en una propuesta musical muy completa y muy rica en sonidos. Desde su primer disco de larga duración, hace casi siete años, se les ha notado el trabajo y, personalmente, estoy muy contento de que se hayan posicionado en una categoría como los Grammy.

Podrán decir que los premios son únicamente una vitrina de la industria musical para promocionar discos e incentivar las ventas de los artistas pop, en el sentido amplio de la palabra. Y probablemente esto sea cierto, pero no por eso hay que desconocer que es un espacio importante para que una banda se dé a conocer, y para lograr que su música llegue a más personas. Sí, seguramente eso significará que vendan más, pero eso no me parece malo en sí.

Lo que sí me parece reprochable es que bandas que habían venido consolidando un sonido propio, al lograr reconocimiento comercial hagan una música más ‘digerible’ o aceptable a ciertas necesidades estrictamente comerciales. Este ha sido el caso de Muse, evidentemente, y yo creo que le empezó a pasar a Placebo después de su último disco. Y da tristeza, o rencor incluso, que esto que llaman ‘industria musical’ vaya diluyendo propuestas tan ricas en significado.

Mi objetivo no es hacer una diatriba contra la industria. Además de inútil, sería poco coherente, pues en esta época en que vivimos es imposible que no consumamos cultura en el sentido más perturbador del término. Como tantas otras cosas, la música y el arte en general se han convertido en mercancías, pero yo quisiera ver algo más de contenido en unas cosas que en otras.

Y creo que por eso es que me gusta tanto Arcade Fire. Porque desde la primera vez que los oí, hace unos cuatro años más bien largos, les sentí autenticidad, fuerza y compromiso en las canciones. Y, hasta ahora, no me he sentido defraudado por la música que han continuado haciendo, que definitivamente es – y me siento obligado a exagerar con la redundancia – una música musicalmente muy musical.

Creo que lo que pasó anoche, más que significar una transformación en la forma como se entiende y se vende la música, es una pequeña declaración. Es una manifestación de que, a pesar de lo ahogante y repetitivo que puede ser el sistema, hay muchos grupos – no sólo Arcade Fire, obviamente – que a través de un trabajo que ha sido continuo y coherente, han ido abriendo espacios para nuevas cosas: nuevas músicas y nuevas formas de entendernos.

El tono del post es inusualmente optimista, lo sé. Pero ando contento, ¿qué más hago?

Se escucha (a todo volumen): Neighborhood #3 (Power Out) – Arcade Fire

PS. Si tengo tiempo, en un rato subo el 'Funeral', que no fue álbum del año, pero ha sido álbum de la vida.

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